Sunday 27 March 2011

Group sculpture at the Library


  My acquaintances point out that the two most recent entries in this blog are very political in nature, and besides that (which contradicts the original aim of the post collection) they bear no photographs. Am I by any chance running short of aesthetic experiences - they suggest?

Loads of work may well account for some recent lack of dedication to keeping an updated record for such experiences, I try to convince them - the number of blogs to maintain having recently increased too. And above all, I recently lost my iPhone4 along an unlucky visit to Gatwick airport last January, and even if I promptly got myself a new Galaxy S, the picture quality won't be half as good as it used to.

All those do however sound like futile excuses, that's true. So back to work then.

A few days ago I took this trip northwards into the Basque Country, destination Vitoria-Gasteiz. I feel lighthearted whenever I ride the north-bound train in Spain, and this trip was a mixture of work and pleasure (probably the best trips there are). Pleasure would be provided -as planned- by a Euroleague basketball quarter final game between the local team Baskonia and Maccabi Tel-Aviv, whereas work would imply a meeting at the Eusko Herriko Unibertsitatea (the local university).

Work and pleasure arising together in the same sentence incidentally brings to my mind some theory by Susan Sontag on compulsive photographing by tourists I read about a few weeks ago. As opposite to stressed holidaymakers (mainly from Japan and Germany, says the wikipedia article) who will feel guilty for not being at work and compensate their idleness by taking pictures on a sort of working scheme, I did take but one single picture along the trip.



This sculpture is displayed at the University Library entrance hall, and the figures in it are quite odd, with those big heads ans slim bodies. I'm short of references at the moment, but what comes to me is the outer-space creatures Tim Burton designed for Mars Attacks! (even if it's quite a long time since I last saw that movie and I'm not sure I do properly remember the funny attackers, other than when they disintegrate the U.S. President).

So what's special about the sculpture itself? First, the fact it had no label attached, so it was impossible to know who the actual artist was, or its title. I later tried finding it on an online compilation of open air sculptures in Vitoria -which are both ubiquitous and occasionally quite brilliant- but this particular sculpture is within the Library building, so it won't be featured in the collection of open air works. Any help from potential readers as to identify the work of art and its author would therefore be greatly appreciated.

Second special thing about this sculpture. While I was taking the picture shown above, a young student told me on passing by, that "the artist wouldn't like the way the sculpture was displayed". She kind of surprised me - I wasn't even able to react quickly enough -one does eventually grow used to one's own slo-mo reaction schedule and learns with time to take things easy despite all- to propose buying her a coffee in order to learn more about why she had said that. I mean, she seemed either to be a close acquaintance of the artist's or quite anxious for someone to buy her a coffee.

And third special thing about the work was it caught my eye for it strongly reminded me of some of Juan Munoz's best pieces. There was a recent retrospective exhibition on the author at MNCARS -aka Sofidou- in Madrid, and there were some impressive group sculptures on display - managed to retrieve a couple of pictures taken on the occasion.



It's not that this particular sculpture at the Library comes close to Munoz's best achievents -as one cannot walk around the standing figures, for instance, and that's what the young lady's remark may have meant- but it is indeed an outstanding piece of sculpture. Could be called 'The invaders' - and that would make it funny as well-

Wednesday 16 March 2011

Cierta sensación de hastío


  Cuando miro las jetas de los tipos que se sientan en la mesa de representantes de Sortu no puedo evitar la impresión de que son los mismos de siempre con las mismas aviesas intenciones de siempre. Eso, y el hecho de que continúo teniendo la incontenible sensación de que mi coche va a estallar en el aire cuando arranque el contacto una de cada dos veces que me subo en él, me hacen albergar ciertas dudas respecto a la conveniencia o no de apostar por dar un paso mas en la estrategia de reintegración social de los elementos mas díscolos y potencialmente peligrosos en el actual panorama político vasco.

Sin embargo, la servidumbre de los medios de comunicación de masas ante una estrategia de finalización del escenario armado que se asemeja a una convergencia asintótica a su objetivo (jamás alcanzada por mucho que se avance por el correspondiente eje) me provoca dudas aun mayores sobre el daño que potencialmente se está inflingiendo a la salud democrática de este (pobre) país. El pensamiento único que sistemáticamente se impone -y que se incrementó en su sistemática imposición hasta extremos casi delirantes durante el periodo de administración popular de la nación (corrió insistentemente el rumor durante el festival de cine internacional de San Sebastian de que se suspenderían las proyecciones previstas de 'La pelota vasca' por la presunta apología del diálogo que encerraba el documental, no me hablen de censura por favor)- es tan extraordinariamente dañino para la salud mental de la ciudadanía (una palabra, la de ciudadanía, que se evita cuidadosamente en los informativos, vaya usted a saber por qué) como productivo para el arrinconamiento de cualquier opción de izquierdas mínimamente combativa que pueda surgir en estos tiempos convulsos, mire usted por dónde. La asimilación con impresentables bandas terroristas no deja de ser una estrategia sumamente rentable en términos de contención de eventuales movimientos de protesta violenta, que no hay más que mirar de reojo la situación de la sociedad griega (a a penas tres casillas de distancia en el monopoly global en el que parece haber devenido la antaño respetable geografía económica) para ver que no es impensable que las protestas pudieran extenderse según el modelo Norte de África a una sociedad agobiada por un nivel de paro y una mala situación económica que no se prevé enderezar en los próximos meses, años ni quizá décadas, dicen los agoreros, ni siquera con la llegada a la administración de los asuntos públicos de aquéllos que -según sus propias declaraciones, no se conocen otras fuentes que lo afirmen- se encuentran en posesión de las recetas para solucionar los problemas actuales.

Aunque es cierto que la estrategia de unidad a ultranza tiene su vertiente positiva (al menos en un -aparentemente único- aspecto hay una clara voluntad de 'hacer país' por parte de los partidos mayoritarios), se trata una situación irregular. A nadie se le escapa (a nadie que no ponga por delante sus anteojeras ideológicas, esto es) que la naturaleza del conflicto es política y que la solución al mismo deberá ser también política, al menos en cierta medida. No estamos hablando de delincuentes comunes, véase Tribunal de Derechos Humanos de las Comunidades Europeas, sentencia reciente sobre injurias a la Corona. Se puede argumentar desde una óptica de pensamiento único que los dos altos tribunales nacionales han expresado su disconformidad con la sentencia, pero suena más bien a excusa ad hoc para tapar el bochornoso ridículo de determinadas instancias judiciales patrias en lo que atañe a la imagen de la Corona. Por lo demás, en cuanto a la ingeniosa descripción como 'el jefe de los torturadores' del monarca, lo más sensato que cabría recomendar al autor del hallazgo es que considere la posibilidad de abandonar el ejercicio de la política para buscar acomodo entre la plantilla del semanario 'El jueves'.

Se trata de una situación irregular, decíamos: no hay duda de que las víctimas del terrorismo tienen todo el derecho a recibir el reconocimiento de la sociedad en su conjunto con tantos homenajes como se estime conveniente convocar. Otra cosa muy distinta -radicalmente distinta- es invocar al colectivo de víctimas del terrorismo como guía en el ejercicio de la política antiterrorista. Lejos de ser un reconocimiento, este ejercicio (tan frecuente en según qué discursos políticos al uso) entra dentro de la más burda manipulación política de un movimiento que se rige en principio por unos objetivos de superación del dolor y de obtención de las compensaciones oportunas según estipule el derecho penal. Seguir las directrices de un presunto colectivo de afectados (que en realidad suele limitarse a un número de ellos con aspiraciones con triste frecuencia más allá de las expresadas) de cualquier conflicto (y pienso en el caso del aceite de colza, que no es tan ajeno en términos de práctica criminal al terrorismo, por mucho que su repercusión mediática -evidentemente uno de los quids de la cuestión- haya sido notablemente inferior en términos de extensión temporal) no se atiene a las normas legales de procedimiento en estos casos. Hay unos tribunales, hay una autoridad civil, y hay unos políticos que pueden explotar hasta cierto punto las situaciones conflictivas para su batalla diaria por los márgenes de las encuestas de opinión. Sin embargo la ética política no debería arrinconarse completamente en estos casos. Cabe suponer que procesos como los que condujeron al acuerdo de Stormont son objeto de análisis en las facultades de ciencias políticas (perdonen que lo escriba con minúscula) de este país. Cierto es que los políticos actualmente en ejercicio son quizá demasiado talludos como para haber asistido a uno de esos (presumibles) análisis, pero todos esos discursos de que no es posible la neutralidad recuerdan a los pobres argumentos probelicistas con que nos obsequiaron (nos insultaron, cabría decir más propiamente) administraciones que están en la memoria de todos y no precisamente por sus logros. Una cierta neutralidad -la de sentirse asqueado casi por igual por ambos bandos- no sólo es perfectamente posible, sino incluso deseable en términos de realizar un análisis correcto de la situación.

Concluyendo: doctores tiene la iglesia y ellos decidirán sobre la conveniencia o no de autorizar según qué movimientos en el escenario político, sin que presiones por parte de unos u otros sectores (que previsiblemente irán a más conforme se acerque el momento del veredicto) vayan presumiblemente a afectar en exceso las deliberaciones de los afectados. Pero la salud mental del país agradecería sobremanera en todo caso un avance del proceso en su conjunto que saque a sus cuidadanos, sus medios de comunicación y sus políticos por este orden del impasse ya demasiado largo en el que actualmente se encuentra. El colorido espectáculo del comercio no es suficientemente vistoso como para tapar las deficiencias estructurales en el funcionamiento del sistema político-judicial con relación a este asunto, mal que les pese a algunos liberalotes. Para el resto de espectadores desinformados, el juego se reduce a gritar consignas antivascas desde los fondos de los estadios o a utilizar el terrorismo como argumento en amistosas descalificaciones del tipo si sabes hablar alemán, lo primero que te llamaré en cuanto tenga ocasión será nazi. Amistosos exabruptos producto de la más ramplona ignorancia a evitar en la medida de lo posible (tanto los exabruptos como sobre todo ignorancia, de proporciones oceánicas ésta última entre nosotros). Una cuestión de pura salud mental pues, descontando el hecho de que estrategias prolongadas de situación excepcional para la eliminación de elementos subversivos (por llamarlos de alguna manera) no funcionan bien a largo plazo, ver régimen anterior, y no salen gratis a las sociedades. De ninguna manera salen gratis.