Wednesday, 28 July 2010
'When forty winters...'
Those of you who loved Colin Firth's brilliant performance in Michael Winterbottom's film 'Genova' -generally overlooked by prevailing negative reviews- will surely remember the closing scene from the summer course in English literature the professor played by Firth delivers at Università degli Studi di Genova. That scene with the beautiful sonnet and the 'you can get away with anything' line. Well for those of you who did not have the chance of learning it by heart at school here is the sonnet (incidentally by Shakespeare):
When forty winters shall beseige thy brow,
And dig deep trenches in thy beauty's field,
Thy youth's proud livery, so gazed on now,
Will be a tatter'd weed, of small worth held:
Then being ask'd where all thy beauty lies,
Where all the treasure of thy lusty days,
To say, within thine own deep-sunken eyes,
Were an all-eating shame and thriftless praise.
How much more praise deserved thy beauty's use,
If thou couldst answer 'This fair child of mine
Shall sum my count and make my old excuse,'
Proving his beauty by succession thine!
This were to be new made when thou art old,
And see thy blood warm when thou feel'st it cold.
(source -and further masterpieces: http://mural.uv.es/tmara/sonnets.htm)
Tuesday, 27 July 2010
Staglieno: un paseo entre filósofos y prohombres
En una Génova abrasada por el calor de julio -carteles en las intersecciones recomiendan a los vecinos de edad avanzada no abandonar sus viviendas de 11 a 18 horas- hay no obstante una multitud de lugares atractivos que reclaman una visita: Porto Antico, Campo Pisano, Duomo de San Lorenzo, Chiesa di S. Matteo... Llega un momento sin embargo en que el viajero necesita descansar del tour por los palazzi renacentistas que abarrotan la ciudad de un modo difícil de concebir (42 de ellos se construyeron a lo largo de un siglo por parte de las familias adineradas de la ciudad en sus tiempos de esplendor). Es entonces cuando se impone una visita fuera de los itinerarios turísticos al uso a un lugar fresco, tranquilo y poco frecuentado por locales o visitantes: el cementerio de Staglieno, orgullo de la ciudad ligur.
Una enorme extensión de terreno pródiga en arbolado y vegetación que guarda sentida memoria de la ciudad en forma de interminables hileras de sepulcros, panteones, nichos y tumbas adornados por centenares de monumentos funerarios de singular belleza. Es tal la extensión del camposanto que no es infrecuente encontrar estudiosos de los túmulos que se ofrecen por un módico precio al visitante para conducirle en visita guiada a través de las piezas mas memorables del establecimiento -que son legión. No es sólo que los carteles a la entrada recomienden al visitante no aceptar visitas guiadas por personas ajenas a la institucion: el modo más emocionante de recorrer este mágico enclave es seguramente vagar sin rumbo por las galerías al aire libre o bajo los soportales dejando que las maravillas esculpidas asalten nuestra sensibilidad empañando ocasionalmente nuestros ojos. En todo caso los improvisados guías aceptarán de buen grado nuestro deseo de errar al albur de las emociones y retornarán al examen del monumento en que a nuestra llegada se hallaban embebidos para incrementar todavía un poco más sus enciclopédicos conocimientos de la historia de la ciudad a traves de sus muertos.
Pesada carga la de la vanidad, que, contra lo que quería el poeta, ni siquiera en el momento de rendir el alma permite que puedan confundirse los humildes y los poderosos -piensa el viajero ante el deslumbrante esplendor de los memoriales que erigieron algunas familias- para a
continuación extasiarse ante las obras de los excelsos escultores que los deudos, ricos o no tanto, contrataban para honrar la memoria de sus seres queridos.
Deja entonces uno en segundo plano -siquiera por un momento- las consideraciones igualitarias para agradecer a la ciudad que haya sido capaz de preservar de manera tan delicada el recuerdo de generaciones y generaciones de genoveses. Y se dirige presto a rendir tributo a uno de los mas ilustres hijos de la república -que paradójicamente tan pocos años pudo residir en su ciudad natal en unos tiempos en los que las ansias de libertad se pagaban a menudo con la muerte o el exilio- frente al tan sólido como sobrio monumento funerario con que se recuerda a quien fuera uno de los padres de la patria de la recién nacida república nacional italiana.
Si hemos tenido la precaución de visitar la oficina de información a la entrada del recinto, tendremos con nosotros una breve guía modestamente impresa que sugiere al viajero una serie de recorridos temáticos sin ofrecer directamente la ubicación de los monumentos más atractivos, sino sólo sus fotografías en una desvaída cuatricromía. Una memorable invitación a recorrer los senderos del parque -dado que a menudo Staglieno deja la sensacion de ser un silencioso parque de la memoria- a la búsqueda de las imágenes cautivadoras que harán que el recuerdo de la visita perviva mucho tiempo en nuestro ánimo. El sereno paseo por los caminos del cementerio constituirá tambien un inadvertido homenaje al filósofo alemán que transitó en su día los amplios espacios meditando sobre la naturaleza del ser y la voluntad de poder.
Al abandonar el recinto rebosantes de paz y emoción contenida, Staglieno tiene el destacable atractivo final de encontrarse a un paso del barrio de Marasi, que alberga el Stadio Comunale Luigi Ferraris, a tiro de piedra del camposanto y escenario de los enconados duelos futbolísticos que disputan las dos grandes escuadras -acérrimas rivales por descontado- que llevan el nombre de la ciudad más allá de los confines de la misma.
Otra interesante visita para recobrar el contacto con la Génova más vital.
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